SOLO
Mora
un león debajo de la mesa,
mas
es peor el blanco insecto
que
salta de hombro en hombro
depositando
el éxito del tedio.
Crece,
con miedo y en pecado, un árbol
entre
los desperdicios de una separación.
Ni
sombra ni perfume ni luz como testigos.
¿De
un lamento depende la suerte del lugar?
Son
las rayas del suelo la memoria
del
recuerdo que muere y el camino
de
la mirada luna que dejamos enfriarse.
Amor
de teclas y la hora, en todo.
Y
el humo exige cielo,
y
el semáforo en ámbar es boca de reptil.
Teme
a la soledad un hombre, y mucho.
BANDERA
Llena
de calmas ebrias, de contornos
que
doran mansamente la mañana,
llena
de alas que pintan de deseos
la
tarde más vacía, peligrosa,
llena
de luces sendas, brillos largos
que
la noche cobija como un pecho.
Nacida
en el momento de oscurecerse el cielo
de
las miradas ciertas, de ser un escondite
la
herida luminosa de los fríos.
O
cuando los andares, hermosos, se desnudan
y
conquistan espacios y racimos
de
saludos en nombre de la lucha,
para
incumplir doctrinas y ser mundo
en
el viaje de alguien
y
estar dentro del tiempo
que
elabora abundancia.
Gloriosa
entre las páginas del aire
que
atusa la hermosura,
como
sonido alegre y vigoroso
que
te conduce a la persona amada
y
liga la oración de fuego de los dos.
Querida
sobre el fin de la intención,
al
abrigo de un cántaro de paz,
por
la lengua paloma clandestina del valle
de
mi boca, que sabe y que no extraña,
y
por mis manos hechas pensamiento sin culpa,
saludo
cristalino en la hora protegida.
Bandera
por encima de banderas.
Sus
sílabas de sol maduran los sentidos;
y
su acento de luna pretendida
el
golpe fuerte menos caprichoso,
la
orilla donde llegan horizontes,
la
marea que libres nos empuja.
Hablo
de la palabra.
Acaloradamente
necesaria
en
el ahora que muere como algo
sacado
de los sueños.
Hablo
de tu palabra.
CUANDO
LA HORA SUSPENDE
EL VOCABLO DESNUDO,
y el fuego que hermosea, me gusta imaginar
tu lágrima lunada deslizándose
por tu mejilla de alborada frágil,
arrullo de mejilla que conoce mi arrullo,
pues
creo verme en ti.
En ti, cuando relees los poemas manantiales
sonoros
de
aquellos días largos de pecado de amor;
cuando mientes sin ganas, por ahí,
y tus dedos de tul te timbran, te delatan
al sacar a bailar a tu cabello, suave color
de bronce;
cuando te sabes pan, cúpula de caricias y
nido con crepúsculo,
o
bajas,
como
un sí, la mirada,
esa
que tanto anhelo;
también,
mujer arena de tímido peinado,
cuando
los soles te regalan pecas.
Veo
en ti la fecha tónica,
los
modales del trigo,
el
sabio sueño de cristal del ánfora,
los
rizos de la luna que me atrae
y
el agua del segundo beso, que es más amor.
En
ti, refugios
y
remolinos, dulces.
Y
me descubres, tientas
como
besos posados en un hombro.
Y
te amo como blanco para sólo un diciembre,
isla,
o noche de estreno.
ALEGORÍA
Cruzas.
Dejas atrás,
y
sin mirar, la fuente.
Las
muchas escaleras
subes
con prontitud de luz, de gloria.
Apasionadamente
y
por donde más lejos queda todo
saltas
la tapia, avanzas siguiendo el rudo seto
y
evitas la presencia,
no
sé cómo, del dóberman de turno.
Pero
las bellas aguas de luna del estanque,
cuando
para mirarte
en
ellas
te
inclinas como junco, callan, mueren.
Y
no porque la envidia sea un cuadro
colgado
con pasión certera, o como anzuelo,
en
el más que obligado pasillo de la vida,
que
lo es;
sino porque tú cuentas con horas
temblorosas,
rotundas emboscadas de mareas sin dios,
miedos devoradores de confines,
inflexibles naufragios
que al espejo despojan de su magia
y aceleran el paso, la partida.
Saben que a la deriva tu navío,
tú,
en noches sin la amada.
DE LA BELLEZA
Como
claro en el bosque,
bajas
tú la mirada.
Como
capullos que se abren rojos,
dejan
caer tus manos
el
pudor.
Nada en ti,
nada
de la belleza
sin
caminos, del frío.
Todo un coro de
síes,
dentro
de mí, muy dentro.
Y en tu espaciosa noche,
yo
un jinete de sol.
TESORO
En
la sombra del árbol
sellado
por los nombres, aún el alba
de
tu abrazo que ensancha el cielo de mis aires.
Aún
la última fiesta de tus manos,
nupcias
de la blancura lunar y el frescor bello,
en
el jardín de siempre de las mías.
Aún
yo barco pirata anclado en tu cuerpo isla del tesoro.
ELLA
De
lugares remotos
y
rauda
viene
la luz que me golpea como
puerta,
túnel, retrato, coro frío.
Pero
no la palabra.
Pero
no la palabra. Ella sube
de
la sombra del aire
de
los pasos del sí
de
mujer que me ciñe. A la altura
de
la pelvis se asoma y vuelve a hacerlo
cuando
alcanza la punta, ya sin dios,
de
la encendida lengua.
Momento
de escribir.
De
sexo.
RACIMOS DE LUZ
TINTA EN EL UMBRAL HERMOSO
del
otoño. Racimos que despiertan el día
y
sueñan con vestir a ella en su caprichoso
regocijo.
Racimos cuya caligrafía
mejora
con el goce de un sol de mediodía;
firme
deseo antes del corte presuroso.
Y
aunque pintados ya _selectos_, todavía
sin
gloria: su corona, ser vino generoso.
Vino
que invita al cielo a ser por un momento
tierra.
Vino que borra sombras y aplaca el viento.
Vino
de canto ronco, de lágrima fragante.
Que
no será refugio, sino vuelo y calor.
Vino
en el que mojar la lengua del amor,
cuya
humedad da grado al cuerpo de la amante.
DI AMOR,
mi
blanco intraducible.
Dime
que es tutear a lo que tú buscabas:
al
beso más novicio pero astral
de
una historia bonita,
al
racimo de arrullos de la cita raptora.
Di, por ahí, que un rito de cortísima edad
que reta, sí, a los dioses,
di
viaje sin olvidos o gran néctar de luna
o
abecedario transparente.
Di
que nuestros encuentros son rojos y capaces
de
sanar el destino de las estatuas únicas
y revivir cumplidamente el tiempo
de la noria, el azar y las cerezas.
Di
más, que es la mejor temperatura.
O
di nombre muy extraño, lo real,
ese
paseo duelo,
esa
mirada de ciprés,
esa
fotografía sin crepúsculo,
que
son vicios traidores,
males
de la distancia que no escucha,
ceniza
de tu ausencia.
Mas
no calles, no calles, nunca calles
como
la arcilla aún no bautizada,
como
una gota sola o una pluma al caerse,
como la piedra turbia que crece en la
humedad.
No
calles, no, no calles. Y pregúntate
qué pensará la luna de yema, qué temblores,
si
te ve así;
qué, las nubes embajadoras y las aves
embajadoras
y las estrellas que filmaron todo,
el beso primogénito de nuestro ciego amor;
qué intentarán los aires de esta ciudad
esbelta,
a quienes tanto hablo y ya de ti;
qué rumor como gato que anda suelto.
Dilo
ahora. No hagas
que
de tu corazón aprenda el mío,
y nos portemos solos,
como vivienda chica alumbrada por velas,
y
nos desdibujemos para siempre.
Dilo
mientras
sonríe el joven musgo aterciopelado,
y
esta lluvia de otoño, prima hermana
de
aquella que nos vio,
es
toda ella palabra, toda ella.
OH LLUVIA
Cómo quererte sin
tu afán
cruzando el páramo
el gran valle de
luna caldeada
la paciente ribera
y el jardín tropical
que tanto de ella
saben
Cómo, sin tu alta
voz de buen secreto
sin el sitio
risueño y verde al que me empujas
oh donde todo
nombre te renombra
oh donde nada tardo
en ser el que tú quieres
Cómo, sin tus
suavísimos
sin tus
cautivadores pensamientos
de columnas
hermosas
Alma mañana orilla
beso
de labios
entregados
Cielo abatido
por una intensidad
de mar sin sombras
por los ojos que
traen el recuerdo
que alumbra el
pecho que calienta
Oración para un
rostro muy querido
Dulces lágrimas
purificadoras
Rebeldía que limpia
hasta la flor que espera
más allá de la
muerte
Cómo desearte más o
retenerte,
cortina desprendida
de mi azul
Oh lluvia oh lluvia
oh lluvia
que ardes sobre la
tierra
y los días tendidos
y las alas
del corazón, del
mío
TE DESPIERTO, TE
BESO, Y SÍ DESAPARECEN
de
mi deseo amante, Dulcinea, las brumas
que
el desacierto me dejó.
Y
caen
duramente derrotados
el
creído desánimo y otras muchas distancias
que,
como un despoblado, desabrigan y duelen
hasta
desconocernos.
Te
desnudo despacio
y
digo no al disfraz.
Oh,
te desnudo, mi destello,
y
tus dorados me desnudan.
SÍ, HUELES A JARDÍN
pariendo,
a
pétalos de carne primorosa
cubiertos
por un velo de rocío.
En
ti, como recreo, se refugian
verdes
guiños de luz que te hacen más
noche.
Y acento de cortinas blancas
tiene
tu voz. Tu boca
guarda
un río de espejos, de cerezas, de anillos.
Cabalga
sobre dunas
de
atardecer de bronce tu mirada.
Y
tu piel gesticula como monte.
Y
tu piel gesticula como arena.
Todo
tu cuerpo y tú, costumbres
de
nido en árbol. ¿Nunca te lo he dicho?
ME ARROPA
como
ciudad de siglos
el
dolor,
y entre lágrima y lágrima desnuda-
mente
yo crezco;
extraño
la
voz del mundo y de tus manos;
vivo
a
galope de luz enferma;
lucho
con
todo, contra nada;
huyo, vale
ya
de olor a tormenta
de
tiempo quieto de caminos rotos.
No
puedo
seguir
dentro del mundo
de
los moldes o flores
de
plástico. Yo soy
fuertemente R
A
Í
Z.
DESTINO
Como
luz que no entiende de pedazos,
como
cielo soñado por ardiente,
como
palabras ricas en regazos
que
jamás se disfrazan de serpiente.
Como
encuentro prendido de los lazos
de
un deseo sin fondo, que no miente
ni
renuncia ya a ser caudal de abrazos,
porque
enorme el amor y tan valiente.
Como
lucha y sus huellas he nacido,
envuelto
por las dudas de la vida
que
buscan la alabanza de la suerte.
Y
aunque mi sino es tan conocido,
pues
tierra escupo porque soy de ida,
nunca
mi ahora arderá para la muerte.